CRÍTICA: À perdre la raison
TÍTULO
ORIGINAL: À perdre la raison (Our Children)
AÑO: 2012
DURACIÓN: 110 min.
PAÍS: Bélgica
DIRECTOR: Joachim Lafosse
GUIÓN: Thomas Bidegain, Joachim Lafosse,
Matthieu Reynaert
MÚSICA: Adriano Giardina
FOTOGRAFÍA: Jean-François Hensgens
REPARTO: Tahar Rahim, Niels Arestrup, Émilie
Dequenne, Stéphane Bissot, Mounia Raoui, Redouane Behache, Baya Belal, Nathalie
Boutefeu, Yannick Renier
PRODUCTORA: Coproducción
Bélgica-Luxemburgo-Francia-Suiza; Versus Production / Samsa Film / MK2
Productions
PREMIOS:
2012: Festival de Cannes: Sección "Un Certain
Regard": Mejor actriz (Émilie Dequenne)
La historia
transcurre años después de que un generoso médico adoptara a un niño marroquí
para educarlo dentro la cultura occidental. En la juventud, este chico se
enamora y pide a la agraciada fundar una familia. Una familia que se formará
dentro de las propiedades del médico quien los acoge con los brazos abiertos y
sin ninguna queja, pero que será suficiente para atarlos a unas metafóricas cuatro
paredes el resto de su vida. Cuando empiezan a aparecer uno a uno los retoños,
la pareja empieza a distanciarse y dejar de lado esa relación tan entrañable,
dulce que le impulsó a su nueva vida. La mujer, bella y risueña, empezará a
olvidar la vida como un mundo alegre y afectar seriamente a su salud mental.
El director de
este largo, Joachim Lafosse, nos
adentra en una lenta historia familiar. Una trama que cuenta un periodo de
tiempo que ronda en los cinco años. A pesar del largo tiempo abarcado se vuelve
muy lenta y con poco enganche. Escenas que resultan insignificantes y otras que
piden a gritos acabar y que recurriendo en exceso a los gritos para
impresionar. Lo cierto es que tanta escena resultan necesarias pero peligran
perder a un espectador aburrido.
No tiene mucho
donde coger esta película, solo la salvan un par de escenas potentes. Pero su
mejor guardián es su actriz protagonista, Émilie
Dequenne, que borda un papel de madre cohibida y frustrada. Consigue
moldear escenas que, a pesar del cansancio que suponen al espectador, provocan
fuertes emociones: simpatía, pena...
La película
dura aproximadamente dos horas, pero en declive hasta las últimas escenas. Es
este el momento cuando empieza la verdadera acción de la historia, lo verdaderamente
serio. El guantazo de Mounir (Tahur
Rahim) es el momento clave en que la película da de golpe un subidón
dejándola en lo más alto. Eso sí, no se puede decir que sea una maravilla en su
totalidad. Al estudiarla es un su totalidad la cinta se convierte en algo
mediocre.
El final es
bastante duro, mucho le tienen que envidiar el género de terror y suspense. Se puede decir que lo bueno de la película
es el final, pero sin menospreciarla. Consigue que, sin ver nada, el
espectador clave las uñas en el asiento. Consigue involucrarlo en una fatídica
consecuencia.
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