Woody Allen,
Invasor de Polonia
Caricatura de Rodney Pike |
“Odio
la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.” Ese
hombre de aspecto frágil y de pelado rebelde. Un olfato infalible para la
comedia y para buscar las palabras adecuadas. Su cometido: hacer reír con un humor
que consigue mezclar lo absurdo con lo inteligente siendo un buen amigo de
todos los públicos. Descendencia judía y ateo “Para Dios, la oposición” y enamorado de Europa tuvo una vida donde la cultura era su línea de salida.
El
conocido director de innumerables películas que han tenido la grata acogida de
otros tantos festivales ha otorgado a este hijo de Brooklyn el privilegio de
ser nombrado junto a otros tantos como uno de los más prestigiosos directores y
guionistas de cine.
Con
16 años, el aun desconocido Allan StewartKönigsberg, empezó a repartir carcajadas para un público más modesto. Un año
más tarde tomaría la decisión de empezar a ser nombrado como Woody Allen. Fueron
muchas las historias y sus hazañas sobre el escenario y sus fugaces apariciones
en televisión las que, finalmente, le otorgaron la posibilidad de saltar a la
gran pantalla.
¿Qué tal, Pussycat? Fue la primera inclusión en el
cine de la aun joven promesa como guionista y encabezando el reparto de sus
propias palabras. Algo que repetirá a lo largo de su carrera convirtiéndose en
el famoso hipocondriaco de gafas de pasta, pelo alborotado y pantalones peligrosamente
subidos. La seña de identidad del director.
Su
carrera seguía en ascenso y con una productividad envidiable y con resultados
de una extensa calidad.
Tras
mostrar sus dotes como director un año después de su lanzamiento, volvió con
un título que rezumaba humor: “Coge el dinero y corre”, Haciendo un absurdo
biopic de la vida de su familia. “De pequeño quise tener un perro, pero mis padres
eran pobres y sólo pudieron comprarme una hormiga”.
Su
habilidad para escribir de un “coeficiente intelectual de 150 – 160” calculado
en euros para hacer historias divertidas le hace único. Sus dotes para trabajar
con su cerebro, al que él denomina como su “segundo órgano en importancia” le
hace único para crear diálogos esplendidos y cargados de humor. Con frases lapidarias
como lo hizo durante un Misterioso asesinato en Manhattan cuando bromeo con la
historia: “Cuando escucho a Wagner durante más de media hora me entran unas ganas
de invadir Polonia...”. Cada una de sus películas se vierte una muestra de agilidad
mental Made in Allen.
Con
77 años recién cumplidos “Sigo preguntándome si hay vida después de la muerte.
Y si la hay, ¿Le cambiarán a uno un billete de veinte pavos?”. Su humor es el
mismo y quizá más arrugado.
PEDRO
GARCÍA, Sevilla
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