5 de diciembre de 2012

Woody Allen, Invasor de Polonia



Woody Allen,
Invasor de Polonia

Caricatura de Woody Allen. Autor: Rodney Pike
Caricatura de Rodney Pike
“Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.” Ese hombre de aspecto frágil y de pelado rebelde. Un olfato infalible para la comedia y para buscar las palabras adecuadas. Su cometido: hacer reír con un humor que consigue mezclar lo ab­surdo con lo inteligente siendo un buen amigo de todos los públicos. Descendencia judía y ateo “Para Dios, la oposición” y enamorado de Europa tuvo una vida donde la cultura era su línea de salida.


El conocido director de innumera­bles películas que han tenido la grata acogida de otros tantos festivales ha otorgado a este hijo de Brooklyn el privilegio de ser nombrado junto a otros tantos como uno de los más prestigiosos directores y guionistas de cine.

Con 16 años, el aun desconocido Allan StewartKönigsberg, em­pezó a repartir carcaja­das para un público más modesto. Un año más tarde to­maría la decisión de empe­zar a ser nombrado como Woody Allen. Fueron mu­chas las historias y sus hazañas sobre el escenario y sus fugaces apariciones en televisión las que, final­mente, le otorgaron la posibi­lidad de saltar a la gran pantalla. 

¿Qué tal, Pussycat? Fue la primera inclusión en el cine de la aun joven promesa como guionista y encabe­zando el reparto de sus propias palabras. Algo que repetirá a lo largo de su carrera convirtiéndose en el famoso hipocondriaco de gafas de pasta, pelo albo­rotado y pantalones peli­grosamente subidos. La seña de identidad del di­rector. 

Su carrera seguía en as­censo y con una producti­vidad envidiable y con re­sultados de una extensa calidad.
Tras mostrar sus dotes como director un año des­pués de su lanzamiento, volvió con un título que rezumaba humor: “Coge el dinero y corre”, Haciendo un absurdo biopic de la vida de su familia. “De pequeño quise tener un perro, pero mis padres eran pobres y sólo pudieron comprarme una hormiga”.

Su habilidad para escribir de un “coeficiente intelectual de 150 – 160” calculado en euros para hacer historias divertidas le hace único. Sus dotes para trabajar con su cerebro, al que él denomina como su “segundo órgano en importancia” le hace único para crear diálogos esplendidos y cargados de humor. Con frases lapidarias como lo hizo durante un Misterioso asesinato en Manhattan cuando bromeo con la historia: “Cuando escucho a Wagner durante más de media hora me entran unas ganas de invadir Polonia...”. Cada una de sus películas se vierte una muestra de agilidad mental Made in Allen.

Con 77 años recién cumplidos “Sigo preguntándome si hay vida después de la muerte. Y si la hay, ¿Le cambiarán a uno un billete de veinte pavos?”. Su humor es el mismo y quizá más arrugado.

PEDRO GARCÍA, Sevilla

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